La antigua semana santa en Fuenterrobles
En
la liturgia cristiana, la semana santa es una fiesta variable que viene
determinada por la combinación de los calendarios lunar y solar. Una vez pasado
el equinoccio de primavera que según los años puede ser el 21 ó 22 de marzo, la
primera semana que tenga el plenilunio (luna llena) será la semana santa.
El
domingo que inicia esta semana será el de Ramos y el siguiente el de Pascua de resurrección.
Por tanto, el domingo de Pascua estará comprendido entre el 22 de marzo y el 25
de abril.
Si
el 21 de marzo, día que entra la primavera, es sábado de luna llena, el domingo
que le sigue, 22 de marzo, será la Pascua. Si la primavera entra el 22 de marzo
y el día anterior es luna llena, la siguiente luna llena será 28 días después y
si este día de luna llena es principio de semana (lunes), la Pascua será el
domingo 25 de abril. Así venía determinado desde el Concilio de Nicea en el año
325 para tener luminosidad las procesiones nocturnas.
Los
viejos consideraban que era mejor en abril pues decía que “Pascua enmarzá mucha hambre y mortandad. Así lo hemos oído.
Empezaba
la semana santa con la procesión de los ramos que se iniciaba en el Calvario
hasta la Iglesia. El miércoles santo había otra procesión desde el calvario.
Ésta fue la primera que dejó de celebrarse. Había oficios religiosos el jueves
con el lavatorio de los pies y el viernes vía crucis por la mañana y por la
noche procesión del entierro con velas.
Los
santos de la iglesia estaban cubiertos con unas telas moradas y no se podían
tocar las campanas, así que todos los chiquillos nos reuníamos en la puerta de
la iglesia con carracas y matracas y en determinado momento salía el cura
diciendo. “Primer toque” y salíamos corriendo haciendo ruido con las carracas
anunciando en las esquinas que marcaba la tradición el toque. De vuelta a la
puerta de la iglesia esperábamos la indicación del segundo y tercer toque.
El
sábado había hoguera en la puerta de la iglesia con la bendición del cirio
pascual y el domingo de Pascua procesión del Encuentro con disparo de cohetes o
tiros al aire con las escopetas de caza para anunciar la Resurección.
De
la salida al campo a comer el hornazo ya hablamos el año pasado por lo que sólo
nos queda hablar de la gastronomía propia de estos días. Se hacían dulces que
se preparaban en casa según antiguas recetas cuyas cantidades venían expresadas
en libras y onzas. Luego se llevaban a cocer al horno. En la puerta de los
hornos pululaban numerosos chiquillos esperando la salida de las madres. Pero
no dejaban probarlos porque decían que estaban calientes y sentaban mal. Se
trabajaba al descuido pero ni por esas. También eran propias de estos días las
empanadillas de pisto que bien se llevaban al horno (había quién decía que
quedaban muy secas) o bien se freían en casa (había quién decía que tomaban
mucho aceite). No podía faltar el potaje de bacalao desalado con huevo duro,
relleno, espinacas o alcachofas. (no insistimos en la receta porque en cada
casa había un toque personal). El postre estrella eran las pelotillas dulces
que en pueblos vecinos llaman bocaíllos cuyos principales ingredientes son
huevos, pan rallado, azúcar o miel, canela, refresco en sobre de gaseosa, limón
rayado, naranja, agua y aceite. Y como acabo de decir, no entramos en la
elaboración por los toques personales que son diferentes en cada casa.
Fuenterrobles. Circa 1965
No hay comentarios:
Publicar un comentario