Me envía Manolo Gil la
fotografía de un antiguo cociol de principio del s. XIX muy bien lañado. Me
dice que fue reparado por un lañador o cociolero llamado Adolfo el cacharrrero.
Los lañadores eran artesanos
ambulantes que cada cierto tiempo venían al pueblo a reparar y estañar
utensilios de cocina. En aquellos tiempos nada se tiraba, todo era reparado.
En los años anteriores a la
guerra civil era muy nombrado cierto lañador que venía con frecuencia. Por las
calles, a gritos anunciaba su llegada: ¡Se arreglan pucheros, lebrillos, cocioles!
Y todo seguido preguntaba ¿Dónde está el ramo?
Aquel artesano tenía afición
al vino y por aquellas fechas en las puertas o ventanas de las casas donde
vendían vino se colocaba un ramo de enebro. Era la señal de venta.
Adoldo el cacharrero vino en
los primeros años de la década de 1950. Primeramente, estableció el carromato
en los chopos del Regajo. Luego se afincó en un albergue de los labradores, la
casilla llamada de Fidencio, donde el 15 de febrero de 1952 su mujer, la María,
dio a luz una niña. El parto fue atendido una fría noche por la tía Teodora.
Luego se establecieron en la casilla de una era, ahora ocupada por la
maquinaria de una báscula. Permanecieron en el pueblo dos años y un día igual
que llegaron, sin hacer ruido, se fueron.
Por aquellos años la
agrupación escénica que dirigía Kiko representaba muchas obras. Y en una de
ellas, en el intermedio, salieron dos actores, Roberto y un maestro de escuela
(ahora no recuerdo el nombre) tan bien caracterizados que todos pensaban que
eran Adolfo y la María, los lañadores, excelentes personas que contaban con el
aprecio y consideración de todos. Reme, la peluquera los maquilló
magistralmente. Cantaron una canción que sería recogida por María Antonieta.
Decía así:
EL CACHARRERO
Soy Adolfo el cacharrero,
Cacharrero “toa” mi vida.
Soy el hombre más feliz
Con mi perro y mi María.
A mí no me importa nada
de que no quiera llover
mientras tenga mi botella
vinillo para beber.
En pasar yo cuatro lañas
y soldar una sartén
tengo ya lo suficiente
“pa” comer y “pa” beber.
Máquina del lañador. No he conseguido hacerle funcionar.
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