LAS FIESTAS PATRONALES
La torta del año 2017
Ya campanean las volteas,
ya cohetean los explotas
lagrimando coloreas
y pasacallean las musiqueas.
¡Cómo gallean los lloriqueos!
¡Cómo mocean los verbenos!
¡Cómo los sueñiqueos vuelan
en decires ternosos, decires!
Y chiquillean las correteas
mesando a las zucleras.
Manean fuertes las plamoteas
y bendiceas echa la Candelera.
Esta poesía que recoge las
vísperas de las fiestas patronales de 1961 me ha salido algo oscura y creo conveniente,
sin que sirva de precedente, dar una explicación para su mejor comprensión.
La víspera de las fiestas
es, sin duda, más importante que las propias fiestas. Estamos todo el año
esperando que lleguen. Son días de descanso, de buen comer y beber, de bailes,
de primerizos besos, de nuevos noviazgos… Todo rebosa ilusión.
Al anochecer las campanas
voltean inundando el pueblo y los campos que los circundan de sonidos celestes
y un pequeño castillo de fuegos de artificio ilumina la noche con sus lágrimas
de colores.
Las madres preparan los
pollos que han criado para este día durante seis meses; las mozas sueñan con
las verbenas; los mozuelos con pajarillos volanderos en la cabeza ensayan
decires, tiernos decires; los niños corretean por las callejuelas que llevan a
la Puerta del Capitán donde se han instalado las mesas de las turroneras. (Antiguamenter
se llamaban zucleras).
Los músicos hacen un
pasacalle por todas las calles del pueblo y los vecinos palmotean con
entusiasmo mientras desde los palcos del cielo la Candelaria nos echa
bendiciones.
Estos tres mozalbetes que aún no tenían edad para pensar en cosas importantes asediaban a las zucleras en las fiestas patronales de 1961.