COSAS DE ZORRAS
Un banquete memorable.
Penúltima historia rabosil
(nunca se dice la última). En el blog cosasdepacodefuenterroblesblospot.com, en
julio de 2020 conté con el título “la zorra y la uva” las aventuras de una
zorra que salió de Fuenterrobles hacia Venta del Moro y acabó en Cofrentes; en
julio del actual un ”cuentecillo para las Casas de Moya, donde se habla del
viaje de las zorras fuenterrobleñas a la Derrubiada, asolada por un incendio, a
buscar a su parentela; en agosto del actual, las andanzas por la Derrubiada, el
encuentro con la familia y el viaje de regreso.
En esta ocasión contaré la
estancia de las zorras venturreñas por las tierras fuenterrobleñas del “Canto
de los valientes”.
Ya llevaban más de dos meses
las zorras de la Derrubiada instaladas en una amplias y cómodas zorreras por el
“Vallejo largo” muy cerca de las zorreras del Canto de los Valientes, donde
habitaba la tropa fuenterrobleña y la cosa no pintaba bien.
Zorreras en el Vallejo largo
Aquellas zorras que habían
perdido todo con el incendio no se adaptaban a la nueva situación. El recuerdo
de su casa, sus efectos personales, especialmente las fotografías y aquel
paisaje de ensueño con unos amaneceres y atardeceres espectaculares, les
producía congoja.
Las zorras fuenterrobleñas
procuraban que su estancia por estas tierras fuera placentera. Las sacaban de
excursión para entretenerlas y que dejaran de atormentarse con los recuerdos.
Un día las llevaron al Molón de Camporrobles, emblemático cerro que no tiene parangón
con otros montes comarcales. No le igualan en majestuosidad el Moluengo, el
Remedio, el pico Ranera, el pico del Tejo… En el Molón está casi toda la
comarca al alcance de la vista.
Vista del Molón desde el Canto de los Valientes
También las subieron al
cerro del Telégrafo. A mitad de la falda descansaron en un banco y contemplaron
un inmenso mar de almendros de color verde esperanza. En otro tiempo, blanco de
nieve que extasía la contemplación. Un zorro sentenció que si los hombres no lo
remediaban aquel hermoso paisaje sería pasto de la avaricia de una
multinacional noruega que pretende hacer un huerto solar de dimensiones
descomunales.
¿Se podrá evitar que la avaricia de la multinacional destruya este paisaje
y colabore en el vaciado del pueblo?
Continuaron hacia el mirador
de la Peladilla y disfrutaron de bellas estampas de la comarca: en círculo y de izquierda a
derecha se divisaba Sinarcas, Utiel, Requena, Caudete de las Fuentes, Jaraguas,
Venta del Moro, Fuenterrobles, Camporrobles y los montes de Contreras por
Villargordo del Cabriel.
Hacían cenas campestres con
jolgorio hasta altas horas dela madrugada, pero las venturreñas seguían
deprimidas. Varias de estas meriendas-cenas las hicieron en unas zorreras por
el aljibe del tío Manco. Allí vivían tres familias de zorras que tenían mucha
amistad con la familia del Canto de los
Valientes.
Un zorro del Aljibe llamado
“Romperriscas” (el nombre lo dice todo) le tiró los tejos a la “Lirios”,
pinturera zorrita venturreña y de resultas salió embarazada.
La "Lirios", pinturera zorrita de la Derrubiada
Aquí ya cambió la cosa, se
puede decir de aquella cena que hubo un antes y un después o como dirían los
ilustrados un punto de inflexión. La alegría se desbordó por aquellos parajes
fuenterrobleños y acordaron hacer una celebración a la antigua usanza.
-¡Cómo que a la antigua
usanza! –exclamó un anciano zorro que ya no salía de los alrededores de su casa
– si ya no hay gallineros.
-Si que los hay, abuelo dijo
relamiéndose un zorro mozuelo aficionado a las correrías nocturnas. En
Fuenterrobles está el gallinero de Daniel, el “Perillas” y el de Carlos, el de
la Francisca, y en Camporrobles, alguno habrá.
Al día siguiente iniciaron
el expolio. Primeramente, fueron al gallinero del “Perillas” que esta junto a
las últimas casas del pueblo, en el barrio del Pino. Dieron tres vueltas y no
encontraron resquicio alguno por donde poder entrar. Además, estaba vigilante “Tyson”,
un perro enorme que se había criado desde cachorro “arrevueltas” con el averío
y les tenía querencia.
Tyson, el guardián del gallinero del "Perillas"
-Vámonos, que este no nos
deja hincar el diente –asertó con buen criterio una zorra con bastante
experiencia. Así que algo disgustados se fueron al gallinero de Carlos, el de
la Francisca.
Allí encontraron un pequeño
roto en la valla. No es que Carlos sea un “abandonao”, que es muy trabajador,
pero lleva mucho y no puede atender todos los asuntos que se trae entre manos.
Algo alejado del pueblo, en el Vallejo de la Casa, y sin perro guardián
agrandaron el “siete” de la valla y arrasaron. Veintitrés gallinas que se
llevaron. Todas. Y dos gallos
El gallinero de Carlos
Al día siguiente hicieron el
banquete que ni las célebres bodas de Camacho se acercaba a tal dispendio:
gallinas a la pepitoria, a la chilindrona, a la mireña… y las viejas que hacen
muy buen caldo en sopa cubierta.
La zorrera de los novensanos
Y el jefe del clan de la
Venta del Moro propuso que cuando se recupere la vegetación del incendio de la
Derrubiada harían allí las tornabodas que en los callejones de la Venta aún
quedan muy buenos gallineros.
Caen los últimos rayos sobre los pinos quemados de la Derrubiada en un anochecer que Nacho Latorre, autor de la fotografía no habría de haberlo contemplado.
-Sí, sí -estalló “Saltavallas”.
Yo entraré en el callejón de la Sorda, en casa de la tía Rosa y del Nacho, el
cerecero, que nunca olvidaré el arcabuzazo que le costó la vida a mi prima “la
zorrina de la Talayuela” en el corral-gallinero de su casa. ¡Prima, llegó la
verganza!
Aves de cazuela en el gallinero de la tía Rosa en el callejo de la Sorda (Venta del Moro)
Y así fue como la alegría
llegó por aquellos parajes fuenterrobleños y todos fueron felices zorrunos
emparentando venturreños y fuenterrobleños.
Y ahora le pido a Raquel que
llame a Gonzalo Gil Viana (a) “el kolo”
para que nos diga eso de colorín, colorín, colorado, este cuento se ha acabado.