miércoles, 18 de marzo de 2020

marzo y el pastor

MARZO Y EL PASTOR
(CUENTO POPULAR FUENTERROBLEÑO)


Hace muchos años vivía en Fuenterrobles un pastor que tenía un gran rebaño de cabras y de ovejas. Era muy rico porque además de la venta de los corderos obtenía gran cantidad de vellones que vendía a los dos telares del pueblo para hacer las jergas y suministraba leche de cabra a medio pueblo. Pero era muy avaro y codicioso, quería ser el más rico de todos. 

Muy trabajador, más que cuidar el ganado lo mimaba, siempre atento que no faltase pasto al averío y pendiente de las reses para que ninguna se muriera. No vivía nada más que para el rebaño. Por eso cuando llegaba el largo invierno, con esos días tan cortos que a la que te quieres dar cuenta se ha hecho de noche y con poca hierba, le cambiaba el semblante, se volvía tan huraño que mejor era no hablarle. 



Rebaño fuenterrobleño. Al fondo el pino de la viuda. Foto Paco Arroyo . 2005


Enseguida se le notaba cuando algún animal moría, lo cual era corriente con los intensos fríos, la nieve y sobre todo las heladas. Apacentaba en aquellos fríos días en el carrascal que había al pie del Cerro Pelado, entre los parajes de Pozo Seco y el Botear, de las ramas bajas de las carrascas y de alguna hierbecilla alimentaba malamente el ganado, siempre pensando en la primavera con los días largos y los campos reverdes de todas clases de hierbas. 

Pasaba el invierno clamando los cielos: ¡ay diciembre, apiádate de mí!¡ Qué no enferme ningún animal! ¡Enero, enero, no me mandes hielos que perderé mi ganado! ¡ay febrerillo. el corto, guárdate de los hielos! ¡Apiádate de mí! ¡Un poco de agua, que mueva la tierra! Así fue pasando aquel invierno sin que muriese ningún animal. Pero llegó marzo, el mes de los vientos, según pasaban los días se ponía cada vez más contento porque los días eran buenos ya se veía llegar la primavera. 

Los pastos eran abundantes, que el invierno no había sido muy crudo y  con las lluvias de febrero renacía la vida en los eriales, baldíos y barbechos. Eran los últimos días del mes y el hombre no se acordaba que si marzo tuerce el rabo no queda ni pastor ni ganado. El pastor que tantas plegarias había hecho a los cielos perdió el respeto, la vergüenza y la educación. -¡Ay. marzo, marzueco! -gritaba eufórico. Ya no me das miedo, ya estamos en primavera, ya no te temo. Vaya año bueno que me espera, que no se me ha muerto ningún animal. ¡Ay marzo, marzueco, cómo voy a disfrutar con tanto pasto! 

Pero marzo que vio como aquel pastor lo trataba tan orgullosa y desconsideradamente se enfadó y  así le dijo: -¡Con lo humilde respetuoso que eras! Con tres días que aún me quedan y cuatro que pida mi hermano abril, te he de ver gemir. Abrió marzo el saco de los vientos y soltó el cierzo con sus rachas huracanadas y frías que parecían afiladas navajas cabriteras. Luego soltó el matacabras que trajo una nevasquilla; continuó con el solano que vino levantando nieblas y acabó con el castellano que todo lo secó. Los animales enfermaron día a día y fueron muriendo. El pastor volvía a clamar: -Marzo, marcito, nunca te llamaré marzueco, déjame al menos un cordero para murueco.




Murueco joven pero con buenos atributos en el rebaño de Manolo Palomares


 Así lo haré -contestó enfadado marzo-, pero rabón lo dejaré. Después de los vientos abrió el saco de las piedras y del granizo y  se vio un pedrisco tan grande como nunca se había conocido. Era media tarde, de repente el cielo se oscureció como si fuera de noche. Al ver lo que se avecinaba el pastor corría por la vereda con lo poco que le quedaba de su gran rebaño y aunque los perros guardianes repretaban los animales, no le dio tiempo a  guarecerse en la Barraca Rafael, que era el aprisco donde encerraba. Nada más pasar la cruceta vieja empezó caer la piedra como huevos de gallina. Ese fue el fin del rebaño. 

El pastor aún pudo cobijarse bajo las ramas de un enebro, que aún lo podéis ver si pasáis por allí, con los perros y un cordero. Cubierto con la manta lona, atemorizado con aquel fenómeno de pedrisco esperaba el paso de la tormenta. Pero como la manta lona no daba mucho de sí, el cordero quedó con el rabo fuera y una  piedra se lo cortó. Este fue el fin de aquel gran rebaño de un pastor de Fuenterrobles que perdió la vergüenza y la educación.

Y como diría el amigo Gonzalo Gil Viana, alias Colorado, el kolo familiarmente: colorín, colorín, colorado, este pastoril cuento fuenterrobleño se ha acabado.

¡A dormir! Y deja de jugar con ese sarmiento encendido en la lumbre que te vas a mear en la cama.
¡Ala, Paquito, a dormir.
Hasta mañana.
Si Dios quiere.
Buenas noches.

(de la tradición familiar)

Como se ha perdido la ruralidad y también la ganadería extensiva, que de los veintidós rebaños que había en la década de 1950 ya sólo quedan dos, he creído conveniente señalar (por si no tenéis diccionario a mano, yo siempre lo tengo) que murueco o morueco es el semental del ganado ovino y cojudo el semental del caprino.





Manso que conduce los animales en el rebaño de Antonio Rey (a) el araña. Era una de la personas que he conocido con mayor dominio de la lengua castellana. Era un placer escucharle.






Cojudo en el rebaño de Manolo Palomares



1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho esta historia del pastor.
    Sigue publicando historia de Fuenterroble.
    Animó
    Un saludo

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