A Narbonne
que tanto le gustan las plantas silvestres
La aliaga, Genista scorpius, es un arbusto silvestre de forma redondeada que puede alcanzar poco más de un metro de altura. Está muy ramificado, casi sin hojas y provisto de fuertes espinas.
Florece al final del invierno, algunos años cálidos en febrero e incluso a final de enero. Anuncia la primavera. Sus flores que aparecen en pequeños grupos son de un amarillo intenso que impresiona.
El fruto es una legumbre alargada que contiene de dos a siete semillas bastante tóxicas.
Es una planta xerófila, es decir, que aguanta la sequía y resiste muy bien intensos fríos. Es propia de terrenos secos y soleados de naturaleza calcárea.
Como todas las leguminosas sus raíces son colonizadas por bacterias que tienen la propiedad de fijar el nitrógeno atmosférico al suelo. Por ello es de gran valor ecológico y en las antigua artigas (terrenos de cultivo que se abandonaban varios años y luego se quemaba la vegetación silvestre para volver a cultivar) fertilizaban en gran medida el suelo donde obtenían muy buenas cosechas de trigo rubión.
Son numerosos los usos de las aliagas:
Desempeñaban un papel fundamental en las matáeros. Recogidas con anterioridad , ya bien secas, se usaban para chamuscar la piel de los cerdos.
Conjuntamente con los romeros se preparaban las hogueras de san Antón. Eran muy apreciadas por su crepitante combustión que sorprendía agradablemente.
Se utilizaban para limpiar las chimeneas. Se ataba un haz y una persona estiraba desde el tejado y otra desde el hogar desprendiendo el hollín, evitando que se incendiase la chimenea.
Las tapias de los corrales se coronaban con aliagas para proteger el averío de zorras y otras alimañas (algunas de dos patas).
Vicente Chaves, que hacia artesanalmente garrotes, me comentaba que las mejores empuñaduras eran las de aliaga.
Por su rápida combustión en los hornos de pan cocer eran muy apreciadas por los horneros porque en poco tiempo atemperaban el horno en su justa medida.
En el siglo XVIII, cuando en Fuenterrobles había telares, se empleaban las flores para teñir la lana en unos recipientes de madera que llamaban barcas. (De ahí el nombre de una calle del pueblo). Era fama que la lana tintada con estas flores amarillas no se veía atacada por la polilla.
Los brotes tiernos son muy apreciados por las cabras y también por conejos y liebres. El pastor Antonio Rey (a) el Araña, me comentaba que que cuando escaseaba el herbaje se comían sabiamente las puntas tiernas aunque punzantes con las espinas hacia afuera para no dañarse.
También servían de cobijo bajo su porte a los ardachos que no habían hecho daño alguno y eran perseguidos por los campesinos.
El intenso color amarillo de las flores atrae a la abejas que con el néctar que obtienen de ellas sacan una miel muy fina, para muchos la más apreciada.
En resumen, la aliaga no es considerada una planta amiga. Aunque tienen algunas propiedades medicinales en el pueblo se desconocen y no tienen el aprecio de otras plantas como la manzanilla, la salvia o la zamarrilla.
Tampoco tienen propiedades culinarias como la ajedrea ni estomacales como el tomillo. Más bien es consideraba molesta y no se le tiene consideración, especialmente si de sopetón has tropezado con alguna.
Sin embargo, aparte de sus virtudes ecológicas y esas otras que acabo de señalar, un aliagar en plena floración es una de las cosas mas hermosas que se pueden encontrar en la naturaleza y de ello no se tiene aprecio y se ignora este bello paisaje por las connotaciones negativas que por sus espinas produce esta preciosidad de planta. La aliaga es sin duda una planta amiga.
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Aliaga en el paraje de la Peñalisa (Fuenterrobles) Foto de Paco Arroyo .2018 |