jueves, 10 de junio de 2021

Las espigadoras

Sobre espigar: un derecho consuetudinario


        Detrás de los segadores, algunas mujeres, bien protegidas de los rayos del sol, trajinaban por los surcos recogiendo las espigas que quedaban abandonadas en la tierra. Eran las espigadoras que con lo que recogían anudaban  manojos llamados moragas y formando con ellas un haz volvían al pueblo con su preciada carga que porteaban sobre la cabeza o la espalda.

A algunos labradores, las espigadoras les hacían poca gracia porque consideraban que los segadores descuidaban su trabajo dejando intencionadamente algunas espigas. Pero no se podía prohibir la rebusca, que era un  derecho consuetudinario*. Además tenía un origen divino: cuando Dios dictó a Moisés los libros de la ley le dijo: “Cuando llegue el tiempo de la cosecha, no recogerás hasta el último grano de tu campo, ni rebuscarás hasta las últimas espigas que hayan quedado. Déjalas a los pobres y a los extranjeros”. (Levítico 23:22).




Las espigadoras de Millet

        Rebuscar en las “piazos” aquello que queda después de la cosecha es una manifestación del sagrado derecho de mantener a los pobres de la comunidad. Con las camuñas* complementaban la alimentación de media docena de gallinas y con el trigo, no más de una hornada de pan.
No penséis que espigar era de tiempos lejanos, que en la segundad mitad del siglo XX aún se hacía. Yo mismo llegué a conocer una anciana espigadora que llamaban Faustina.

        “Quien no puede segar, espiga”.

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