EL CULTIVO DEL AZAFRÁN EN FUENTERROBLES
Sacando rosa en Fuenterrobles. Circa 1955
En
la década de 1960 radicales cambios acabaron con la agricultura tradicional fuenterrobleña
para dejar paso a la agricultura moderna. Esta transformación afectó a todas
las estructuras agrarias:
- en la mecanización: de dos tractores en 1960 se
pasan a treinta en 1969, mientras que en el mismo periodo las caballerías
disminuyen de 223 a 153;
- en las técnicas de cultivo: se evoluciona desde las
viejas trillas de pedernal a las cosechadoras o desde el sulfatado de la viña
con un caldero y un tomillo a las sulfatadoras acopladas al tractor:
- en la distribución de los cultivos: el cereal pierde
importancia en beneficio del viñedo y del almendro. Se abandona el cultivo del
trigo por la cebada, se introducen nuevos cultivos como el girasol y el
espliego y se abandona definitivamente el cultivo del azafrán.
Ya
no se han vuelto a ver aquellas flores violetas que en los fríos amaneceres del
otoño salpicaban las pardas tierras de los alrededores del pueblo. Por ello
queremos rescatar del olvido este cultivo que formaba una corona circular de un
color morado intenso en cuyo centro se alzaba Fuenterrobles.
El
azafrán es una especia muy apreciada en la gastronomía mediterránea y la
única autóctona de la cocina europea. Además de usarse como saborizante,
colorante y aromatizante, se le han atribuido cualidades terapéuticas. Se usó para
tratar la disentería y el sarampión e incluso como afrodisiaco.
El
azafrán, que los naturalistas llaman crocus sativus, procede del griego krokom
y del latín crocus, y es una planta originaria del Oriente Medio, de Grecia y
Turquía. A Hispania llegó a través de los árabes que la llamaban az-zahfaram,
que quiere decir amarillo.
El
cultivo del azafrán era de tipo familiar, por lo que no requería el pago de
jornales por mano de obra, pues, aunque era mucha la que intervenía en la
monda, en estos trabajos se ayudaban familiares y vecinos y en torno a la
mesa de sacar rosa se consolidaban las relaciones de convivencia.
Estas
personas que ayudaban a sacar la rosa decían que iban a “echar el clavo”,
ya que clavo se llama el estigma de la flor, por tener la forma de un pequeño
clavo de herrero. Antiguamente como los novios no tenían facilidad de entrar en
casa de los futuros suegros, la monda de la rosa brindaba la oportunidad de
colarse. Pero siempre había alguna vieja socarrona que gustaba de hacer bromas
con lo de “echar el clavo”, por lo que el joven si era algo tímido o primerizo
en las relaciones de cortejo, pasaba malos tragos.
También
la moza pasaba por una situación comprometida ante sus padres si el novio
encontraba una rosa con “cuatro hebras”. La flor del azafrán tiene una
corola dividida en seis pétalos de color morado, el androceo está formado por
tres estambres y del ovario surgen tres estigmas rojos que al secarse liberan
Safranol, un compuesto orgánico, el cual le da el aroma característico. Alguna
vez, muy raramente, aparecían cuatro estigmas, y si lo encontraba el novio,
previa comprobación de la abuela, tenía derecho a abrazar a la novia.
Ciertamente eran otros tiempos.
Era
un cultivo esencialmente femenino, tanto en la plantación como en la recogida
de la rosa, la monda y fundamentalmente el tueste.
Antes
de la salida del sol ya se encontraban las mujeres en el campo recogiendo la
rosa en cestas de caña o mimbre. Cuando las obligaciones de la casa lo
permitían se iniciaba la monda. Sacar la rosa requería cierta
destreza. Por una parte la acción, con los dedos de ambas manos debía ser
rápida. Y por otra, al depositar las hebras en platos de porcelana blanca había
que tener cuidado para que no se colasen “los pajizos”, es decir, los estambres
amarillos que están en el androceo. Este subproducto desvalorizaba la calidad
del azafrán y también el precio. Para conseguir una onza de azafrán era
necesario manipular 6.050 flores. Dicho de otra manera, para obtener una libra
de esta especia se necesitaban 80 libras de flores frescas.
Al
finalizar la monda se tostaban las hebras en un cedazo circular con una tela
metálica muy fina. Se colocaba el cedazo (ciazo) sobre la muela de la lumbre
con muy pocas ascuas hasta conseguir el punto de tueste o de tostado exacto,
operación muy delicada que de no hacerse correctamente malograba la
cosecha que tanta mano de obra y esfuerzo había necesitado. Este proceso de
secado es el que determinaba la calidad del azafrán.
El
trabajo del hombre se limitaba a la preparación del terreno, “sacar suelo”, limpieza de piedras y
eliminación de los topos, según una vieja técnica consistente en introducir
humo en las toperas con un puchero agujereado, donde se quemaba hierba verde, y
unos fuelles. También había que vigilar el terreno para tapar las chimeneas a
efectos de no dejar respiraderos. De aquí viene la expresión “¡qué topera!”,
que aún se dice al entrar en un local saturado de humo.
Las
plantaciones eran pequeñas debido a que la rosa sale al alba y todo el proceso
de recogida, monda y tueste se debía realizar en el día, ya que la flor no
aguanta más tiempo y se pudre. Es conocido que el azafrán nace al salir el
sol y muere con la puesta, aunque era corriente que los trabajos acabasen
a altas horas de la noche, especialmente el día que llamaban del “manto”, que
corresponde al día de máxima producción.
Los
cultivadores eran familias modestas, incluso jornaleros que carecían de tierras
cultivaban en terrenos de tercera calidad cedidos por los mayores propietarios por
un periodo generalmente de diez años. Esta cesión reportaba beneficios al
propietario, pues como este cultivo requiere un suelo bastante profundo, limpio
de piedras y con abundancia de estiércol, estas tierras mejoraban en calidad,
por lo que el labrador, sin gasto alguno, beneficiaba malas tierras que después
darían un mejor rendimiento en el cultivo del cereal.
La
superficie media de los azafranares era de 45 a 50 fanegas de bulbos que en
tierra representan 6,75 celemines de sembradura trigal a voleo, a la
manera del buen labrador, es decir, 37,5 áreas y es lo que buenamente puede
atender una familia, ya que como hemos visto no se puede acumular rosa de un
día para otro.
No todas las plantaciones eran pequeñas. En los
documentos estudiados del siglo XIX y principios del XX, que son los periodos
de máxima extensión de este cultivo aparecen azafranares desde nueve hasta
ochenta y dos fanegas. En el primer caso se trata de pequeños azafranares fruto
de la partición al morir los padres y establecerse la separación de los bienes
raíces en partes iguales entre todos los hijos. Esta pequeña extensión se
iría aumentando en años sucesivos para conseguir cierta rentabilidad.
Que
las plantaciones sean pequeñas tiene su explicación en las características del
cultivo como hemos visto anteriormente. Sin embargo, había unas diez casas con
grandes extensiones de azafranares que necesitaban contratar mano de obra. Ésta
procedía de la Serranía de Cuenca. Eran de quince a veinte mozas las que
bajaban todos los años a hacer la temporada. Se llamaban “las roseras” y eran
muy esperadas por los mozos del pueblo ya que durante dos o tres domingos había
unos extraordinarios bailes que llamaban “los bailes de las roseras”. La
recolección era una fiesta.
También
llevaban con los carros rosa a Caudete, Las Casas, Los Corrales y Las Cuevas de
Utiel, por cuyo trabajo se daba a la casa mondadora un porcentaje de producto
recogido, que según épocas y circunstancias podía ser la mitad, un tercio o la
cuarta parte.
La
recolección duraba algo más de dos semanas y si no venía el mal orage se
alargaba algunos días. La recogida finalizaba con el mes de octubre aunque
algunos años se retrasaba. Un cultivador nos comentaba que “un año tuve el
manto pa Tosantos”, fecha que en otros años ya había acabado la recolección.
La
media de producción por cultivador era de unas ocho libras de azafrán por
temporada para lo que se necesitaban 50 fanegas de cebollas.
Antes
de continuar es necesario explicar que el azafranar se medía por fanegas de
bulbos (con colmo, a diferencia de los cereales que en la medición se pasaba el
rasante o redor por el contenedor de medida). Es decir, que los
azafranares no se medían por unidad de superficie.
En
el estudio que estamos haciendo vamos a considerar un azafranar pequeño, de
veinte fanegas de bulbos. En tierra vendrían a ocupar una superficie de tres
celemines de sembradura trigal a voleo, lo que traducido al Sistema Métrico
Decimal equivaldría a 16,6 áreas, por lo que una hectárea necesitaría 120
fanegas de cebollas o bulbos.
El
cultivo estaba distribuido en cuatro puestas anuales. En el caso del azafranar
que hemos determinado estudiar, cada puesta sería de cinco fanegas. En las
cinco fanegas del primer año apenas se obtendrá cosecha, en las cinco fanegas
del segundo año se obtendrá el mejor rendimiento, en las del tercer año el
rendimiento será un veinte por ciento inferior y en las cinco fanegas del
cuarto año el rendimiento será sensiblemente menor. Este sector lo arrancará en
el mes de mayo para volverlo a plantar en septiembre, por lo que pasará a ser
de primer año (se llamará de rositas) y dará poca cosecha. (De ahí la expresión
“irse de rositas” que se dice cuando alguien sale de una situación más o menos
embarazosa sin esfuerzo o sin molestias. También se utiliza en sentido
negativo: “no te irás de rositas”.)
En los azafranares de las casas grandes había
sectores de cinco años, pero eran los menos porque el rendimiento era muy bajo.
El rendimiento medio de este azafranar de veinte fanegas sería de tres libras y
media de producto elaborado (tostado). Por tanto, el rendimiento medio de una
hectárea lo establecemos en veinte libras. Este rendimiento fue aumentando
desde 18,75 libras a mitad del siglo XVIII a las 21 libras de los últimos años
de cultivo.
No
sabemos con exactitud cuando se inicia el cultivo del azafrán en los campos
fuenterrobleños. Los más antiguos testimonios que hemos recogido aparecen en
documentos de partición de bienes en los primeros años del siglo XVIII, pero no
sería hasta la mitad de este siglo cuando encontramos datos globales de este
cultivo. En las respuestas del Interrogatorio de 1751 para la Contribución Única
encontramos algunos datos:
“Y en las cien almudadas que parece plantadas
de cevollas de Azafran y con seis fanegas de esta especie ocupado cada almud de
tierra de tercera calidad segun la regulacion que llevan echa les corresponden
noventa y tres libras y doce onzas de Azafran que a quarenta y cinco reales
cada una balen quatro mil doscientos cincuenta y quatro reales veinte y cinco
mrs. y medio sin descontar Diezmo, Aceyte, Rento que se paga al dueño de las
tierras ni el trabajo de la cultura como dejan explicado en su respuesta ala
pregunta treinta y cinco”
En
este mismo Interrogatorio leemos en la respuesta a la trigésima quinta pregunta
como jornaleros para no estar ociosos toman a rento algunas tierras y las
cultivan de azafrán:
“por
que como llevan declarado un almud de tierra de tercera calidad ocupa seis
fanegas de cevolla de azafran que producen quince onzas ya puesto en azeyte y
balen quarenta y cinco rrs y de estos se pagan seis reales al dueño
de la tierra, y cinco y medio por el Diezmo y quedan liquidos para el Colono
treinta y tres reales y medio, y si de estos se han de revajar veinte y quatro
reales en que regulan el Cultivo y trabajo de cada seis fanegas de Azafran solo
le quedan de utilidad nueve rrs y medio”.
Tampoco
podemos determinar con exactitud la superficie de cultivo a lo largo de la
historia. Nos resulta difícil porque no tenemos muchos datos, y estos se
refieren a consultas con clara intención fiscal por lo que los datos hay que
tomarlos con ciertas reservas. Tal es el caso del documento citado
anteriormente, de las relaciones topográficas de Tomás López en 1787 o de las
estadísticas de Pascual Madoz en 1845. Lo que sí parece claro es que este
cultivo fue aumentando paralelamente al incremento del censo hasta 1936, y
desde esta fecha se iniciaría una paulatina disminución para desaparecer
definitivamente en el año 1962.
Con
los datos de estos documentos, otros más recientes del Archivo Municipal y la
información oral que hemos recogido de antiguos cultivadores podemos
establecer la siguiente estimación:
CULTIVO DEL AZAFRÁN EN FUENTERROBLES
AÑO |
FANEGAS DE BULBOS |
SUPERFICIE ALMUD HAS |
PRODUCCIÓN (LIBRAS) |
|
1750 |
600 |
15 |
5 |
100 |
1800 |
1.500 |
37,5 |
12,5 |
250 |
1850 |
1.700 |
42,5 |
14 |
280 |
1900 |
3.000 |
75 |
25 |
500 |
1950 |
1.200 |
30 |
10 |
200 |
1958 |
700 |
17,5 |
6 |
120 |
La
venta del azafrán era una importante fuente de ingresos para los pequeños
labradores y jornaleros y constituía un indispensable complemento al jornal. El
azafrán conservado en lugar fresco y seco guardaba indefinidamente sus virtudes
sin merma de calidad. Por eso algunos cultivadores lo guardaban, todo o parte
de la cosecha, envuelto en sábanas en un arca, “oro en paño”, bien esperando un mejor precio o algún acontecimiento
familiar como la boda de un hijo o previsoramente, como un seguro, para
afrontar alguna enfermedad familiar o desgracia en la caballería. Pagar en
especie era pagar con la cosecha del azafrán.
Los
ingresos de este cultivo eran muy importantes para las clases sociales más
deprimidas. De hecho, en algunas épocas, cuando al paro estacional se le
añadía el paro causado por pedriscos o enfermedades de los cultivos, los
ingresos del azafrán constituían un papel fundamental en la supervivencia.
En
los primeros años del s. XX se suceden en Fuenterrobles siete años seguidos de
pedriscos. Esto significó una profunda crisis en pequeños labradores y
jornaleros. Los primeros solo recogen algo de paja para mantener la caballería
y los segundos ven reducidos los días de trabajo al desaparecer la siega, la
cual proporciona ingresos para varios meses. Entonces el azafrán ayudo a salir
de la crisis. Aunque anteriormente hemos dicho que la media de producción era
de ocho libras, si consideramos solamente los pequeños azafranares de 20 a
25 áreas, que explotan jornaleros y también jornaleros propietarios de
minifundio, la media de este sector de productores sería de cuatro a cinco
libras. En 1902 se pagaba la libra a 35 pesetas por lo que el valor de la
cosecha en la casa del jornalero equivalía entre 140 y 175 jornales.
Otro
ejemplo de la importancia del azafrán lo encontramos al estudiar la renta
agraria que se desprende de las Respuestas Generales de 1751. Con los
datos de este documento hemos elaborado el siguiente cuadro:
RENTA DE FUENTERROBLES. 1751
SECTOR |
REALES |
PORCENTAJE |
Apicultura
(cera y miel) |
3.570 |
4,54 |
Azafrán |
4.214 |
5,41 |
Carretería
(de bueyes) |
1.680 |
2,13 |
Cereales |
54.314 |
67,90 |
Ganadería |
15.007 |
19,11 |
Guijas,
garbanzos y cáñamo |
690 |
0,87 |
Elaboración propia. Fuente: Respuestas
Generales. 1751
No se han considerado ingresos por vino y aceite, pues
aunque sabemos por otros documentos que hay producción, esta debía ser tan
corta que se desprecia por carecer de importancia.
Cuando
el cereal se explota en régimen de monocultivo, los llamados “años malos”, en
los que por cualquier circunstancia no hay cosecha, el azafrán es la principal
fuente de ingresos, no solo por la cuantía que solo representa el 5, 41 por
ciento, sino por el número de perceptores de ingresos, ya que a excepción de
los hacendados absentistas, todos son cultivadores en mayor o menor medida.
No
es fácil comprender como desaparece este cultivo, pues los azafranares
eran muy apreciados y estimados, especialmente en las casas más humildes
donde constituían un seguro contra el paro no estacional, es decir, contra el
paro que se originaba en los años de pobres cosechas.
También
se utilizaban los subproductos, ya que una agricultura de subsistencia no
genera desperdicios. Sabemos que algunas almárregas se rellenaban con las
corfas de las cebollas del azafrán y el espartillo, una vez segado, se dejaba
secar y se almacenaba pues constituía un excelente pienso para las caballerías.
Pero
lo cierto es que desde 1865, cuando se inicia la segunda plantación de viñas,
los azafranares se van depreciando y su desaparición en 1962 coincide con otra
plantación de viñas y con el fin de la agricultura de subsistencia cuando la
mecanización del campo, que se inicia por estos años, propicia una agricultura
comercial.
Con
los datos extraídos de algunas hijuelas podemos seguir la evolución de los
precios. Y para una mejor comprensión incluimos su equivalencia en hectáreas.
También recordamos que estos documentos no son de compra-venta , sino de
transmisión de bienes al morir los padres y establecerse la partición de los
bienes familiares.
EVOLUCIÓN DE LOS PRECIOS DE LOS AZAFRANARES
AÑO | AZAFRANARES Fanegas Reales | EQUIVALENCIA (Reales/Hectárea |
1834 | 9 75 | 999’60 |
1842 | 18 118 | 1.252’80 |
1865 | 82 740 | 1.082’40 |
1883 (celemines) | 5 2,15 | 619’20 |
1902 | 11 70 | 763’60 |
Elaboración
propia. Fuente: Hijuelas fuenterrobleñas
Ya
no quedan en Fuenterrobles vestigios de este cultivo introducido en España por
los árabes hace más de 1.000 años, pero queremos dejar constancia que durante
un periodo extenso de nuestra historia fue el segundo cultivo en importancia
económica, después de los cereales y muy por encima del cultivo de la vid.
Muy interesante, como todo lo que escribes
ResponderEliminarGrcias