FUENTERROBLES ES TIERRA BOBAL
Sobre estos campos acechan las placas solares
El paisaje agrario es, ante
todo, fruto de la humanización del paisaje natural. Es la obra de una sociedad
humana que ha actuado y sigue actuando con distinta intensidad, según las
épocas, sobre el medio físico que circunda nuestro pueblo. Existe una estrecha
interrelación entre la sociedad que humaniza y el medio natural.
En estos cambios del paisaje
mucho ha influido la presión demográfica. En los años de mayor poblamiento la
deforestación era muy intensa: encontrar algo de leña para cocinar y
calefacción era harto difícil.
Por otra parte, los medios
de producción han producido cambios sustanciales: los trabajos con la azada o
con el arado romano apenas tenían incidencia sobre el paisaje. No sucede lo
mismo con la introducción de sofisticada maquinaria que hace desmontes imposibles
en otros tiempos y se lleva por delante hormas y ribazos triturando las
piedras.
También hay que considerar
la influencia del clima cuyos factores de temperatura y precipitación han
sufrido importantes cambios.
Brevemente veremos como ha
cambiado nuestro paisaje.
Cuando empieza a poblarse la
Casa de Fuenterrobles a principios del siglo XV casi todo el término municipal
estaba ocupado por bosques de pinos, carrascas y robles. Solamente la cañada
que desde el antiguo carrascal de Camporrobles, en las proximidades de esta
población, y siguiendo una dirección Norte a Sur era tierra de pastos de la
Dehesa Boyal. Muy buenos pastos por la calidad de la tierra y por la abundancia
de agua que traía el Arroyo del Regajo que sería encauzado más abajo formando
la Acequia Madre.
Pero el bosque sería continuamente
sobreexplotado para la obtención de madera principalmente para el carboneo, así
como para la creación de pastizales. El auge de la ganadería ocupó para pastos
el conjunto de terrenos no cultivados de forma permanente. Se cercaron tierras
de panes y surge un paisaje de cercas del que queda algún vestigio. Y como
ejemplo de deforestación tenemos “el Cerro Pelado” que precisamente recibe este
nombre por la ausencia de vegetación. A lo largo de dicho cerro vemos una
docena de barracas de encerrar ganado, lo cual nos da idea de la presión que
estas tierras hubieron de sufrir y de donde le viene el nombre.
Al tiempo que aumenta la
población y la ganadería va perdiendo importancia se incrementa el cultivo de
cereales. Durante los siglos XVII y XVIII y primera mitad del XIX el paisaje es
totalmente cerealista salpicado de manchas arbóreas de pinos y carrascas. Sería
a partir de 1850 con las crisis europeas del oídium y sobre todo a partir de
1868 con la destructiva filoxera cuando las viñas empiezan a ganar terreno,
aunque el paisaje sigue siendo cerealista. Se dedica más labrantío a cultivos
herbáceos que a cultivo leñosos (vid, muy pocos olivos y apenas algunos almendros
que aparecen diseminados por los ribazos).
Hacia 1950, seguimos con un
paisaje eminentemente cerealista pero las plantaciones de viñas adquieren un
ritmo tan acelerado que en muy poco tiempo relegarían al cereal a un segundo
plano. Aunque se plantan las viñas en terrenos menos apropiados para el cereal,
pero que dan muy buenos resultados en la producción de uva y al dejar de ser
rentable el cultivo de trigo y cebada se generaliza por todas las tierras las
plantaciones de viñas. Incluso en tierras de la Cañada donde no había ni una
cepa, ahora no hay ni una espiga. Y no había viñas porque se helaban y en estos
momentos cuando se han reducido los hielos y ha aumentado la temperatura, la
viña es más rentable. Vemos como la meteorología influye en el paisaje. Y si
consideremos las extensas plantaciones de almendros podremos afirmar que aquel
paisaje cerealista que nos caracterizó durante varios siglos ha pasado al
recuerdo.
He intentado reducir al
máximo la explicación para tener una visión general de nuestro paisaje que
emociona en primavera con los campos floridos de almendros y en verano con la
frondosa vegetación de las viñas.
Es nuestra Tierra Bobal,
pero negros nubarrones se ciernen sobre el horizonte como necrófagas bandadas
de cuervos y picarazas. Me refiero a las multinacionales que han puesto su
punto de mira en nuestras tierras, cuyo precio lo pueden asumir y recuperar en
muy poco tiempo gracias a las plantas fotovoltaicas. Con una población
campesina envejecida y muchos jóvenes que no quieren seguir la tradición de sus
padres viñadores, en muy poco tiempo esta hermosa tierra bobal quedará reducida
a un erial. Y es que donde se asienta el capitalismo salvaje no vuelve a crecer
una cepa ni un almendro ni una olivera ni una espiga. En algunos municipios se
está limitando la superficie de placas solares a un porcentaje de las tierras
de cultivo de modo que no se destruya nuestro patrimonio rural en esta hermosa
TIERRA BOBAL.
No quiero imaginar al pie del telégrafo los huertos solares