viernes, 29 de julio de 2022

Cuentecillo para las Casas de Moya

 

Cuentecillo para las Casas de Moya

 

Estas mañanas de mediados de julio madrugaba y con algo de fresco, muy poco, recorría con la bicicleta el Camino de Santiago desde Fuenterrobles hasta Camporrobles. Descansaba tomando un café que lo hace muy bueno una señora en un bar que hay frente al Ayuntamiento y regresaba a casa, ya con bastante calor.

Una mañana me encontré con una guapa raboseta a mitad camino, por un paraje que llaman “el canto de los valientes”, por donde Daniel el “perillas” tiene una caseta.

¿Qué de que vas? Le pregunté al pacífico y astuto animal. Me dijo que estaba recogiendo provisiones (conejos que hay una plaga por aquellos lugares) que se iba de viaje con la familia.

La zorrita que estaba por la conversación me explicó que tenían unos familiares por “la Derrubiá” y desde el voraz incendio que asoló estos días pasados aquellos montes no tenían noticias de ellos y andaban muy preocupados porque tenían conocimiento que había muerto mucha fauna.

Le comenté que tomaran precauciones por el camino, que por Jaraguas no tendrían problemas porque son muy buena gente, pero en pasar “el pino de los quintos” debían andar ojo avizor que por allí merodea un amigo que llaman el”matazorras”.

Acordándome de este amigo “matazorras, que no sé qué inquina  tiene a estos animalicos del Señor, le recomendé que no entraran en ningún callejón de los muchos que hay en la Venta. Allí en los corrales anexos a las viviendas hay muy buenos gallineros, pero ponen trampas a las zorras, que no son de compartir y es probable caer en alguna celada.

La zorrita me agradeció el comentario y me aseguró que jamás entrarían, que estaban aleccionados por su abuelo, un viejo zorro resabiado que muchas veces les contó que tenían un pariente bastante solfarrero y entrando en el callejón de la Sorda ya no salió con vida.

Pero si en ese callejón vive el “Matazorras” con su compañera Rosa y una hija ya moza muy guapa. ¡Cómo recuerdo a Rosa! Una excelente cocinera que una vez comimos con ellos Fernando yo una pepitoria que guisó con mucho esmero y cuando lo recuerdo se me alteran los jugos gástricos y eso que fue antes de la pandemia.

Se despidió la raboseta con un “vaya usted con Dios” y le deseé buen viaje esperando que sus parientes hubieran podido eludir el fuego.

  
                             Fotografía propia sin derechos de autor


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