Cuentecillo para las Casas de Moya
Estas mañanas de mediados de
julio madrugaba y con algo de fresco, muy poco, recorría con la bicicleta el
Camino de Santiago desde Fuenterrobles hasta Camporrobles. Descansaba tomando
un café que lo hace muy bueno una señora en un bar que hay frente al
Ayuntamiento y regresaba a casa, ya con bastante calor.
Una mañana me encontré con
una guapa raboseta a mitad camino, por un paraje que llaman “el canto de los
valientes”, por donde Daniel el “perillas” tiene una caseta.
¿Qué de que vas? Le pregunté
al pacífico y astuto animal. Me dijo que estaba recogiendo provisiones (conejos
que hay una plaga por aquellos lugares) que se iba de viaje con la familia.
La zorrita que estaba por la
conversación me explicó que tenían unos familiares por “la Derrubiá” y desde el
voraz incendio que asoló estos días pasados aquellos montes no tenían noticias
de ellos y andaban muy preocupados porque tenían conocimiento que había muerto
mucha fauna.
Le comenté que tomaran
precauciones por el camino, que por Jaraguas no tendrían problemas porque son
muy buena gente, pero en pasar “el pino de los quintos” debían andar ojo avizor
que por allí merodea un amigo que llaman el”matazorras”.
Acordándome de este amigo
“matazorras, que no sé qué inquina tiene
a estos animalicos del Señor, le recomendé que no entraran en ningún callejón
de los muchos que hay en la Venta. Allí en los corrales anexos a las viviendas
hay muy buenos gallineros, pero ponen trampas a las zorras, que no son de
compartir y es probable caer en alguna celada.
La zorrita me agradeció el
comentario y me aseguró que jamás entrarían, que estaban aleccionados por su
abuelo, un viejo zorro resabiado que muchas veces les contó que tenían un
pariente bastante solfarrero y entrando en el callejón de la Sorda ya no salió
con vida.
Pero si en ese callejón vive
el “Matazorras” con su compañera Rosa y una hija ya moza muy guapa. ¡Cómo
recuerdo a Rosa! Una excelente cocinera que una vez comimos con ellos Fernando
yo una pepitoria que guisó con mucho esmero y cuando lo recuerdo se me alteran
los jugos gástricos y eso que fue antes de la pandemia.
Se despidió la raboseta con
un “vaya usted con Dios” y le deseé buen viaje esperando que sus parientes
hubieran podido eludir el fuego.
Fotografía propia sin derechos de autor
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