De la voraz y lasciva langosta
La langosta es un ortótero cuyo nombre
científico es Dociostaurus maroccanus. Solitaria es inofensiva, pero en la fase
gregaria puede provocar grandes daños a la vegetación.
Una vez fecundada muere el macho y la
hembra aova introduciendo el abdomen en eriales y otros terrenos incultos.
Deposita unos cuarenta huevecillos envueltos en una substancia pegajosa
formando con la tierra un canutillo (antiguamente cañuto). Realizada la puesta
muere.
Emergen por el mes de abril y pasando
por varios estados llegan a la fase adulta voladora en junio y julio. Es en
este momento cuando inician el vuelo y donde se detienen destruyen todo lo que
encuentran.
Tenemos noticias de numerosos ataques en
nuestra comarca gracias a D. Miguel Ballesteros y a D. Rafael Bernabéu que
respectivamente escribieron las historias de Utiel y Requena.
La langosta fue la octava plaga que
asoló Egipto. Así lo refiere la Biblia: “Yavé
dijo a Moises: Extiende tu mano sobre el país de Egipto para que venga sobre él
la langosta y devore todo lo que dejó el granizo.” Y así fue, al amanecer del siguiente día el viento del este trajo la langosta en tal
cantidad que toda la tierra quedó ennegrecida.
Vistos estos antecedentes, el estamento
clerical consideraba la plaga como un castigo divino por lo que se aplicaban en
aplacar la ira divina con oraciones, agua bendita, procesiones, sacrificios y
rogativas a los santos para que intercedieran ante la divinidad. También
aconsejaban pagar puntualmente el diezmo a la iglesia.
En el año 1757, los campos de toda la
comarca se vieron atacados por una plaga de langosta como nunca se había visto.
En Utiel se hicieron numerosos actos religiosos sin resultado alguno. Este
episodio es relatado, con ciertas dosis de ironía por D. Miguel Ballesteros y
más adelante nos dice que fueron a buscar a ”dos religiosos franciscos que andaban de pueblo en pueblo, por la
especial virtud que dicen tenían para el conjuro de esta plaga, se hallaban en
Fuenterrobles, y allí fue en busca suya una comisión del cabildo municipal” (Ballesteros, 1973. 423).
Siendo los actos religiosos los medios
que principalmente empleaban, no obsta que se emplearan otras prácticas,
algunas de ellas recogidas en los citados libros:
“1493. Se reglamentó la siembra de cereales, disponiéndose por una ordenanza
que, para reducir los daños que causaban los pájaros y la langosta, cada vecino
matase al año cinco “gorriotes” e inutilizase un celemín de cañuto” (Bernabéu, 1982: 216).
Otro testimonio del siglo siguiente:
“1574.
Una cruenta invasión de langosta causó grandes daños. Las autoridades locales
llegaron a pagar doce maravedís por cada celemín de cañuto) (Bernabéu,
1982: 255).
Finalizamos con un extracto del acta del
concejo de Requena de 20 de abril de 1757. Las autoridades ordenan “que se recojan los canutos con huevos de
langosta, a fin de prevenir otra plaga como la sufrida este año, pagándoseles
un real por cada cien canutos”.
El canuto se retiraba con azuelo y
aunque se podía hacer en cualquier tiempo era mejor hacer la recogida en otoño
e invierno porque con las aguas esta blanda la tierra.
La última referencia de la langosta en
Fuenterrobles la encontramos en el año 1893. En una inspección al ayuntamiento,
un delegado gubernativo elaboró un informe demoledor y el gobernador civil,
teniendo en cuenta el punible abandono que recogía la memoria presentada por el
delegado, acordó el 14 de abril de este año,
suspender el ayuntamiento y nombrar otro interino pasando los antecedentes
a los tribunales por considerar la gravedad de algunas negligencias que podría
ser materia constitutiva de delito.
En la memoria se dice que el
ayuntamiento recibió por mano del ingeniero agrónomo de la provincia la
cantidad de 500 pesetas en el año 1887 para la extinción de la langosta y no
hay constancia en que se ha invertido tal cantidad (*).
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